domingo, 15 de octubre de 2017

Cinco siglos no es nada

En los últimos tiempos  ha hecho fortuna un columnismo instruido, tan proclive al buen juicio y la tonsura pedagógica como reacio a 'meterse en problemas', según Sostres definió, en primerísima acepción, el verbo escribir. A esa escuela o acaso generación pertenece el joven profesor de filosofía Ferran Caballero, con la salvedad de que sus textos no parecen, como ocurre a menudo con algunos de sus coetáneos, un libro de texto. Al contrario, Caballero alterna el sesgo didáctico (y el sentido recto) con un fulgor irónico que, por su finura, recuerda vagamente al del fundador de esta misma publicación, nuestro añorado Lorenzo Gomis. 

Su Maquiavelo para el siglo XXI. El príncipe en la era del populismo es un exquisito tratado en que, a su inteligencia de costumbre, añade un estilo endemoniado, que remeda con gracejo la prosa exhortativa de quien está considerado el padre de la razón de Estado. El calco no deja un cabo suelto, al punto que si el diplomático florentino ofrendó su opúsculo a Lorenzo de Médicis, Caballero lo dedica a Mariano Rajoy. Y no sin retranca: "Acepte, pues, Vuestra Excelencia este pequeño regalo con la intención con que yo os lo envío. Si lo leéis y reflexionáis sobre él con diligencia, reconoceréis en él mi grandísimo deseo de que alcancéis la grandeza que vuestra fortuna y otras condiciones auguran".

Yerran, no obstante, quienes han creído ver en Maquiavelo [...] XXI una suerte de proclamación de Rajoy como el maquiavelista por antonomasia de nuestros días. De hecho, Rajoy ni siquiera es el protagonista de la obra. Antes bien, los razonamientos que esgrime Caballero en torno a la conquista y conservación del poder hacen hincapié en la impericia del PSC al frente del Tripartito catalán, que podría resumirse en el adagio churchilliano 'teniendo que elegir entre los principios y el poder, sacrificaron los principios y perdieron el poder'; la ineptitud de Zapatero, caracterizado como un ilustre antimodelo de la ciencia política, o la "peculiar relación con la verdad y la decencia" de Ada Colau, que "basó su campaña en el insulto, la mentira, el engaño y la calumnia contra sus adversarios". Todo ello sin olvidar a Aznar, quien, a juicio del autor, al aliarse con George W. Bush "contra la opinión de buena parte de Europa, quedó en manos de una potencia sobre la que no ejercía ningún control, lo que acabó pagando caro", o Cameron, al que achaca el error de confundir el referéndum de Escocia -al cabo, una independencia abortada- con la consulta sobre el Bréxit, creyendo que la victoria en la primera convocatoria habría de conducir, inexorablemente, al doblete. 

Maquiavelo [...] XXI opera, asimismo, como un sugerente catálogo de reflexiones en el que todo lector concernido por la política entreverá a Manuel Fraga bañándose en Palomares, a Gerhard Schröder vadeando en katiuskas el Danubio, a Jordi Pujol presumiendo de conocer a todos y cada uno de sus súbditos en Cataluña. A este respecto, Maquiavelo es un link, o lo que es lo mismo, escritura en su sentido más hondo. También, una taxonomía sobre la naturaleza humana que daría, por sí mismo, para otra obra. Ah, los hombres (¡la gente!),  "que olvidan más rápidamente la muerte del padre que las pérdidas patrimoniales, [...] tan necios, y apegados a la necesidad del momento, que el que engaña siempre encontrará a quien se deje engañar".

En el impetuoso alegato del capítulo final (¡atención, spoiler!), Caballero anhela el advenimiento de un líder que, en el instante más lúgubre de Europa, haga de ella "el más bello de los sueños: la próspera unión de una pluralidad en armonía". Cinco meses después de que diera el libro a imprenta, el socioliberal Emmanuel Macron vencería en las presidenciales francesas y obtendría la mayoría en las legislativas. Bajo su égida, la UE honró la memoria del presidente Helmut Kohl con las primeras exequias de Estado en nombre del europeísmo, una iniciativa en la que parecía palpitar la cita de Churchill que abrocha el libro: "Una Europa cuyo diseño moral merezca el respeto y el reconocimiento de toda la humanidad, y cuya fuerza física sea tal que nadie se atreva a molestarla mientras avanza en paz hacia el futuro".


El Ciervo, julio-agosto de 2017

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