jueves, 13 de octubre de 2016

Un error barcelonés

ALBERT GEA - REUTERS

El concejal de Arquitectura del Ayuntamiento de Barcelona, el socialista Daniel Mòdol, ha tildado la Sagrada Familia de "mona de pascua gigante", cumpliendo así con la costumbre local de despotricar contra el monumento, particularmente arraigada entre diseñadores, arquitectos y urbanistas. La tradición se remonta, cuando menos en lo literario, al 9 de enero de 1965. Ese día, La Vanguardia publicó, en su sección de cartas al director, un manifiesto impulsado por una liga de intelectuales-y-artistas que abogaba por la paralización de las obras. Entre los firmantes se hallaban Oriol Bohigas, Josep Maria Espinàs, Salvador Espriu, Camilo José Cela, Josep Maria Subirachs, Antoni Tàpies, Joan Miró, Carlos Barral, Óscar Tusquets (que se graduaría ese mismo año, y cuyo nombre se halla subsumido en 'Estudiantes de la ETS de Arquitectura'), Jaime Gil de Biedma, José Antonio Coderch y, como guest starring, Le Corbusier... La aversión a la basílica, en efecto, era toda una credencial de modernidad. Hoy sólo lo es de progresismo. 

Las objeciones de aquellos abajofirmantes presentaban un perfil algo más técnico o, si se quiere, sociodemográfico, que las de Mòdol. “No se trata ya”, argüían, “de construir un gran templo para toda la ciudad, que debería tener cabida para casi dos millones de habitantes, sino de construir múltiples parroquias. El urbanismo tiende en todos los campos a esta descentralización en barrios y la Iglesia […] tiende a vitalizar las parroquias como núcleos de evangelización”. Respecto al título de expiatorio, se aprecia una leve pulsión yeyé, tan de la época: “La generación de hoy no comprende que una necesidad de expiación tenga que concretarse precisamente en la construcción de un templo que costaría millones”. En lo estrictamente arquitectónico, la pega principal era que, dada la ausencia de planos y maquetas (habían sido destruidos al inicio de la Guerra Civil), cualquier interpretación de la obra suponía traicionar el ‘verdadero’ propósito de Antoni Gaudí.

¿Qué hacer entonces con lo ya construido? Obviamente, no podían decir que demolerlo, así, a la brava, por lo que hubieron de embozar sus intenciones en un circunloquio menos diplomático que político: “Esto se presta a una larga discusión. Las soluciones son muchas y muy diversas. Habría que estudiarlas y elegir la mejor. Lo único seguro es que lo que ahora se está haciendo es un error, y lo único urgente es terminar cuanto antes con este error”. Fin de la cita.

Desde que se publicó la carta (antes también, sí, pero fue esa carta la que enconó el debate), la discusión sobre la Sagrada Familia ha venido tonificando, con algún que otro paréntesis olímpico, a muchas y muy diversas generaciones de barceloneses. Son ya 50 años de conversación. Tantas vueltas ha dado la vida que el escultor Subirachs terminó esculpiendo la Fachada de la Pasión y Tusquets rindió armas en 2011 en un artículo en El País: “Si hace 50 años se nos hubiese hecho caso, esta maravilla no existiría. Habría permanecido como una ruina o la hubiera terminado un arquitecto de moda en aquellos años”. “¿Cómo pudimos equivocarnos tanto?”, se titula la pieza, lo que, en cierto modo, conjuga el templo con la vida, ésta sí, un error inexorable.


The Objective, 13 de octubre de 2016

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