domingo, 30 de octubre de 2016

Tomatina

Acláreme algo, yaya: ¿Mi madre nació en Murcia porque tú y el yayo estabais de paso? Eso nunca lo he tenido claro.
-¿De paso? No, no, vivíamos allí.
-¿Cuánto duró la estancia?
-Dos años, más o menos. Regresamos a Barcelona cuando tu madre tenía cinco meses.
-¿Por qué?
-Por qué. Ay, por qué. Yo sé que tu abuelo fue diciendo por la Barceloneta que por la muerte de su padre. Que al morir su padre la vida en Murcia dejó de tener sentido, que si todo le recordaba a su padre y tal. Hubo otras razones.
-Recuerdo aquel retrato de su padre, como planchado: Don Gabino de Paco Ródenas. Un infarto, ¿no?
-Eso. Estaba atendiendo a un borracho en la casa de socorro y se desplomó.
-No debía de ser muy mayor.
-Cuarenta y pocos. Pero insisto: la muerte de tu bisabuelo no fue la única razón para que regresáramos a Barcelona. Es verdad que en los meses siguientes tu abuelo no levantó cabeza, pero hubo otras cosas, cosas que un hombre de su tiempo no siempre podía comentar en público.
-¿A qué te refieres?
-A mi tristeza.
-¿A tu tristeza?
-Añoraba Barcelona.
-Tira, la condenada.
-Sí que tira, sí. ¡Lo que yo he llorado por Barcelona no lo ha llorado nadie! Cada vez que recibía carta de mis padres... Ni leerlas podía.
-¿Y dices que un hombre no podía airear la tristeza de su mujer?
-Digamos que, en 1944, la tristeza de una mujer no podía regir la vida de un hombre.
-Háblame de tu vida en Murcia.
-¿De mi vida en Murcia?
-Sí, a qué te dedicabas.
-¡Si te contara! En cuanto nos instalamos, la madre de tu abuelo despidió a la mujer de hacer faenas y me dijo que me pusiera el delantal. Putas, las pasé en Murcia.
-Una mujer imponente, la madre de mi abuelo.
-No había día en que no me pidiera un tomatico con aceite, sal y pimienta. Harta me tenía con sus tomaticos.
-Al yayo también le chiflaban.
-Él también me tenía harta.
-En Barcelona seguiste con el delantal.
-Sí, pero ya fue otra cosa. Sobre todo desde que entre a trabajar en el Ayuntamiento. Fíjate: con lo importante que era el dinero, el día en que supe que la plaza era mía no pensé en el dinero.
-¿En qué pensaste?
-En que les iban a dar mucho por culo a tu abuelo, a su madre y a los tomaticos.
-¿Me preparas uno a mí?
-Sinvergüenza que eres.
-Sabes que sí.

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