domingo, 26 de junio de 2016

El soldado Rivera

El fracaso de Ciudadanos, que ya venía de fracasar el 20-D, confirma la irrelevancia de un partido que no hace ni seis meses, y según aventuraban las encuestas de entonces, parecía en condiciones de disputar la presidencia al PP. En cualquier otra formación, estos resultados obligarían a dimitir al candidato. Rivera, no obstante, no dimitirá. Ningún otro partido, ni siquiera Podemos, es tan tributario de la figura de su líder como lo es Ciudadanos, que parece haber llegado a un fin de ciclo. Las carencias del partido, en cualquier caso, ya no tienen que ver con la escasez de medios, sino con el colapso del proyecto.

Mientras los naranjas tenían el viento de cola, la puerilidad de algunos de sus dirigentes pasaba inadvertida. Hoy, con ocho diputados menos que en diciembre, el Rajoy Rajao ha dejado de ser una consigna para ser un diagnóstico. La polarización es un pretexto que ni siquiera llega a coartada: el portazo a Rajoy, que era sobre todo un portazo a la realidad, sin más fundamento que el capricho, está detrás de un batacazo que, insisto, hace de Ciudadanos un partido oyente.

Entre otras razones, porque la suma de C's con PSOE no supera al PP, uno de los escenarios que, según Pedro Sánchez, habría de obligar a Rajoy a quitarse de en medio. Por lo demás, las denominadas fuerzas emergentes apenas rondan los 100 diputados, lo que desmiente la especie de que los consensos de la Transición han caducado. De hecho, la victoria del PP, con 14 diputados más, y la volatilización del sorpasso devuelven la agenda política a conservadores y socialistas, después de varios años en manos de quienes estaban llamados a protagonizar un tiempo nuevo. Rajoy es, sin duda, el triunfador de la jornada. Su candidatura es la única que sale reforzada de este envite, al punto de que sólo la alianza de tres resentimientos podría desahuciarle. Sonrían.


Libertad Digital, 26 de junio de 2016

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