jueves, 21 de marzo de 2013

Desafección y protocolo

El número dos está acusado de amañar un concurso público para colocar en el cargo a un conocido, u organizar una trama para amañar la concesión de un determinado servicio, o interceder a favor de un familiar en el proceso de adjudicación de una obra pública, da igual. El número dos podría haber incurrido en un delito de tráfico de influencias o eso al menos sugieren las investigaciones.

El número dos ha anunciado que abandonará los siete cargos institucionales que viene ejerciendo desde la restauración de la democracia (y que incluyen el de consejero delegado del Patronato de Pequeños, Medianos y Grandes Consorcios o la presidencia de la Federación de Agravios y Desdoros) y que dejará en suspenso, es decir delegará temporalmente, sus cargos orgánicos (básicamente, jefaturas de grupo y portavocías). A la pregunta de un periodista (probablemente desafecto) sobre si piensa dimitir de sus escaños en el Parlamento, el municipio y la diputación, el número dos ha respondido, visiblemente airado, que incumplir el mandato de representación que le otorgó la ciudadanía sería una grave irresponsabilidad.

El número dos ha declarado que tiene la conciencia tranquila (muy tranquila) y que no tiene nada (absolutamente nada) que esconder, y ha recordado que jamás se ha dedicado a nada (pero nada) que no sea trabajar por el bien público. No obstante, ha aseverado que si el partido se lo pide dejará libre el camino (eso ha dicho, libre el camino), y que entendería, en suma, que si llegado un punto su continuidad en política hiciera peligrar el advenimiento del mañana y, en general, todo aquello por lo que siempre había luchado (y en este punto ha evocado los tiempos en que militó en la clandestinidad, su detención a manos de la social y cómo fue miserablemente torturado en un lúgubre, funesto sótano de las antiguas dependencias de la Dirección General de la Larga Noche), que en tal caso, ha dicho, se apartaría, por puro sentido de la prudencia, del primer nivel de representación. Porque antes están el partido y el mañana que uno mismo, ha recalcado.

El número dos ha sido imputado en el presunto amaño de un concurso público para colocar en el cargo a un conocido, o la organización de una trama para amañar la concesión de un determinado servicio, o la intercesión a favor de un familiar en el proceso de adjudicación de una obra pública, da igual. El número dos podría haber incurrido en un delito de tráfico de influencias, o eso sugiere el juez instructor del caso.

El número tres ha manifestado su apoyo al número dos, puntualizando que imputado no quiere decir culpable ni tan siquiera procesado. Imputado, ha dicho, sólo es eso, imputado, y ha pedido respeto para el número dos.El número dos, ha insistido el número tres, "tiene toda (absolutamente toda) nuestra confianza, y si no la nuestra, sí la mía".

El número cuatro ha asegurado que tiene la certeza moral de que la imputación del número dos forma parte del juego sucio que, desde hace tiempo (demasiado tiempo) vienen llevando a cabo los contrarios al advenimiento del mañana, y que, según ha señalado, son los hijos de los que torturaron al número dos en un lúgubre, funesto sótano de las antiguas dependencias de la Dirección General de la Larga Noche.

El número tres ha afirmado que la decisión de dimitir del cargo ante una imputación es muy personal, pero ha asegurado que él, si se encontrara en esta circunstancia, dimitiría. Aunque eso, ha dicho, no pasará nunca.

El número cuatro ha señalado que "si nos cargamos la presunción de inocencia esto será el Oeste (el salvaje Oeste)".

El número tres de una formación rival ha dicho que, en su opinión, y sin que ello suponga una condena (eso, en todo caso, lo tendrán que decidir los jueces), hay una evidente (clarísima) incompatibilidad entre estar imputado y ser parlamentario. "El pueblo no merece que haya un solo imputado en el Parlamento", ha dicho.

Todos, el número dos, el tres, el cuatro y aun el tres de la formación rival han celebrado el advenimiento, si no del mañana, sí de la Semana Santa, que, sin duda, devolverá la necesaria templanza al quehacer político, tan injustamente vejado por quienes, de buen grado, celebrarían que no hubiera cargos electos a los que imputar. Eso han dicho.


Libertad Digital, 20 de marzo de 2013

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