sábado, 27 de abril de 2024

Carta a la ciudadanía [No. A la tuitería]

No suele ser habitual [‘soler’ y ‘habitual’ contienen la misma idea: la de algo que ocurre de manera frecuente, de ahí que “no suele ser habitual” sea una expresión redundante, como lo son “plenamente consciente” o “profundamente enamorado”] que me dirija a usted a través de una carta [Convendrá en que sus cartas no son precisamente una cumbre del género; recuerdo la que en marzo de 2023 le escribió a Mohamed VI: aquel estropicio del Rincón del Vago, pródigo en ditirambos, hipérboles y sintagmas ‘inexplicados e inexplicables’, que diría su mentor, como “el respeto mutuo y el respeto a los acuerdos firmados por ambas partes”, “nuestros dos países, indisolublemente unidos por afectos, historia, geografía, intereses y amistad comunes”.]. Sin embargo, la gravedad de los ataques [los ataques equivalen, gravemente, a los que la Fiscalía General del Estado le infligió a Jordi Pujol en mayo de 1984] que estamos recibiendo mi esposa y yo, y la necesidad de dar una respuesta sosegada, me hacen pensar que esta es la mejor vía para expresar mi opinión. Le agradezco, por tanto [¿Por qué "por tanto"?], que tome un poco de su tiempo para leer estas líneas.

Como ya sabrá, y si no le informo [como ya sabrá y si no le informo es un bocadillo de clavos cuyo subtexto, "ya te lo digo yo", invita a pensar que el tratamiento de usted es una impostura, una más] un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas contra mi mujer, Begoña Gómez, a petición de una organización ultraderechista llamada Manos Limpias [la misma banda de oportunistas (dejémoslo en oportunistas) que se personó en el caso Noos como acusación popular y cuya denuncia motivó que el juez Castro sentara a la infanta Cristina en el banquillo, en aplicación de la doctrina Atutxa. He estado repasando algunas de las noticias que El País (Romero, Manresa, Ferrandis, Pérez) publicó al respecto, y en ninguna se menciona a Manos Limpias como sindicato ultraderechista; pero ya se sabe, uno no elige a sus aliados, por inverosímiles que puedan parecer, y del ultra se aprovechan hasta los andares. Pablo Iglesias, a la sazón tertuliano, celebró entonces la noticia, que demostraba, decía el hoy tertuliano, el vínculo histórico entre la monarquía y la corrupción. Y el juez Castro, aún necesitado del calorcillo embriagador que procuran los focos, concurrió en julio en las listas de Sumar. Como decía Andreotti, "¡es todo tan complejo!".], para investigar unos supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios [Cómo no traer, en este punto, el lenguaje cifrado de Marta Ferrusola, a quien nunca le hizo falta ningún máster de captación de inversiones: “Soy la madre superiora de la Congregación, traspasa dos misales”.]

Por lo que parece, el juez llamará a declarar a los responsables de dos cabeceras digitales [Es un clásico: al periódico que nos es adverso lo degradamos a sumidero digital -la web Libertad Digital, llegué a leer en El País- pero usted, siquiera por decoro, debería resistirse a la tentación totalitaria] que han venido publicando sobre este asunto [la ausencia de complemento directo podría llevar a pensar que lo que quería decir no era “publicando”, sino “deponiendo”, “vomitando” o lo que fuera que le pidiera el cuerpo.]. En mi opinión, son medios de marcada orientación derechista y ultraderechista [Repita conmigo: “marcada orientación ultraderechista”. Ese convoy está a punto de descarrilar y le explicaré por qué. Tratándose, según afirma, de medios ultraderechistas, la palabra “orientación” opera como atenuante (huelga decir que inadecuado: como decir un poco nazi). Si usted considera que esas dos cabeceras son efectivamente ultras, la palabra que debe emplear es obediencia.]. Como es lógico, Begoña defenderá su honorabilidad ["honor" debe de haberle parecido demasiado masculino] y colaborará con la Justicia en todo lo que se le requiera  para esclarecer unos hechos; [¿Por qué no colabora usted con la democracia y comparece para esclarecerlos?] tan escandalosos en apariencia, como inexistentes. [Llévese a la Mareta 'Perdón imposible: 'Guía para una puntuación más rica y consciente', de José Antonio Millán.]

En efecto, la denuncia de Manos Limpias se basa en supuestas informaciones [Lo que es supuesto no son las informaciones, sino el delito que podrían acarrear, pero ya sé por dónde va: lo que usted pretende decir, de muy mala manera, es supuestos periódicos] de esa constelación de cabeceras ultraconservadoras arriba referida [¿Referida? No, lo que viene referido es “dos cabeceras digitales”, que ahora se convierten en “constelación de cabeceras ultraconservadoras”. Un silogismo cobardón. No porque no se atreva a decir El Confidencial y The Objective, no; lo que no se atreve a decir es “fachosfera”. Teniendo en cuenta que el encabezamiento es “Carta a la ciudadanía”, sería una temeridad que se transparentara que usted sólo considera “ciudadanos” a la mitad menos uno de los españoles]. Subrayo lo de supuestas informaciones porque, tras su publicación, hemos ido desmintiendo las falsedades vertidas [¿Lo ve? Deponer, vomitar, verter… ¡Se le ve venir, presidente!] al tiempo que Begoña ha emprendido acciones legales para que esos mismos digitales rectifiquen lo que, sostenemos, son informaciones espurias.

Esta estrategia de acoso y derribo [óle] lleva meses perpetrándose. Por tanto, no me sorprende la sobreactuación del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal. [Si los señores llevan meses en ello, la sobreactuación debería sorprenderle, ¿no le parece?] En este atropello tan grave como burdo, ambos son colaboradores necesarios junto a una galaxia digital ultraderechista [las dos cabeceras se convierten en constelación y la constelación se ha convertido en galaxia] y la organización [la organización] Manos Limpias. [Una conspiración intergaláctica, ¡ajá!]; De hecho, fue el Sr. Feijóo quien denunció el caso ante la Oficina de Conflicto de Intereses, pidiendo para mí de 5 a 10 años de inhabilitación para el ejercicio de cargo público. La denuncia fue archivada doblemente por dicho organismo, cuyos funcionarios fueron descalificados posteriormente por la dirigencia del PP y de Vox. [Cuál sería el reverso de “fachas con toga”? ¿Charos con manguitos? ¿De verdad quiere asomarse a ese abismo?]

Seguidamente, instrumentalizaron su mayoría conservadora en el Senado [“instrumentalizar la mayoría” es, por decirlo en su dialecto, un intento tan grave como burdo de deslegitimación del poder legislativo, pero no es eso lo que me interesa. Lo que me interesa es que incluso usted ha comprendido que la palabra “mayoría” no puede llevar adosado el adjetivo “ultra”. Imagínese: una mayoría ultra en España. Por eso ahora se saca de la manga "conservadora".] impulsaron una comisión de investigación para, según dicen, esclarecer los hechos relacionados con este asunto. Como es lógico, faltaba la judicialización del caso. Es el paso que acaban de dar. En resumen, se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire [A usted, que viene de la fracción indie del antiguo PSOE, le supongo conocedor de la canción ‘Toros en la wii’, de Love of Lesbian: “Porque yo lo valgo, Míster Sarkozy, ya verás qué gasto. / Me he inventado un juego, toros en la Wii, indomesticados”. Confío en que sea esa letra la que le ha inspirado el acoso y derribo por tierra, mar y aire, y no su propensión a empapuzarse.], para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa.

No soy un ingenuo. Soy consciente de que denuncian a Begoña no porque haya hecho algo ilegal, ellos saben que no hay caso, sino por ser mi esposa. Como soy también plenamente consciente [ver "suele ser habitual"] de que los ataques que sufro no son a mi persona sino a lo que represento [¡No! ¿De veras cree que si la oposición le critica es porque es usted el presidente del Gobierno?]: una opción política progresista, respaldada elección tras elección [step by step: los dos peores resultados del PSOE y dos investiduras fallidas] por millones de españoles, basada en el avance económico, la justicia social y la regeneración democrática. [Una opción política basada en el avance económico.]

Esta lucha comenzó hace años [¿En 1934?]. Primero, con la defensa que hicimos de la autonomía política de la organización que mejor representa [mejor "más representativa", siquiera por no ir con la chorra fuera permanentemente] a la España progresista, el Partido Socialista. Pugna que ganamos. Segundo, tras la moción de censura y las sucesivas victorias electorales de 2019, el sostenido intento de deslegitimación del gobierno de coalición progresista al calor del ignominioso grito de 'que te vote Txapote'. Tampoco pudieron quebrarnos.

El último episodio fueron las elecciones generales del 23 de julio de 2023. El pueblo español votó mayoritariamente por el avance [Aquel González: "Hemos entendido el mensaje". Tal vez usted fuera demasiado joven, pero sí, aquella agónica síntesis está en la base de todos los "el pueblo ha hablado" que han venido después. No, el pueblo no habló ('Habla, pueblo, habla´); el pueblo votó mayoritariamente por el Partido Popular y su "avance" es un constructo guerracivilista.], permitiendo la reedición de un gobierno de coalición progresista, en contra del gobierno de coalición del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal que auguraban las baterías mediáticas y demoscópicas conservadoras. [Entiendo, y a estas alturas casi le compadezco, por no atreverse a llamar ultra a Gad3.]

La democracia habló pero la derecha y la ultraderecha, nuevamente, no aceptaron el resultado electoral [lo que no puede decir de sí mismo es que instrumentalizara una mayoría; son los flecos de esa mayoría los que le instrumentalizan a usted.] Fueron conscientes de que con el ataque político no sería suficiente y ahora han traspasado la línea del respeto a la vida familiar de un presidente del Gobierno y el ataque a su vida personal.

Sin ningún rubor, el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que a ellos les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano, Umberto Eco, [el gran escritor italiano; sólo alguien que no supiera nada del Quijote osaría decir el gran escritor español Miguel de Cervantes.] llamó «la máquina del fango». Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas.

Esta es mi lectura de la situación que vive nuestro querido país: una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas [Claro, claro... La derecha tiene intereses y la izquierda convicciones.] que no toleran la realidad de España, que no aceptan el veredicto de las urnas, y que están dispuestos a esparcir fango con tal de: primero, tapar sus palmarios escándalos de corrupción y su inacción ante los mismos; segundo, esconder su total ausencia [ver "plenamente consciente"] de proyecto político más allá del insulto y la desinformación; y tercero, valerse de todos los medios a su alcance para destruir personal y políticamente al adversario político [No iba a decir nada por pereza, pero empiezo ya a tener algo muy hinchado con el "personal y políticamente". Que lo personal es político viene de sus filas; era el axioma, ¿se acuerda?, que hizo valer su vicepresidente para letgitimar los escraches]. Se trata de una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas [“como es lógico” (2), “supuestas informaciones” (2), “ultraderechista” (5), ultraderecha (3), “acoso y derribo” (2), "fango" (4), coalición de intereses derechistas y ultraderechistas (2). "España me sabe a ajo", musitó Julio Iglesias, y el PSOE, lo sabemos, es el partido que más se parece a España.] que se extiende a lo largo y ancho de las principales democracias occidentales, y a las que, le garantizo, responderé siempre desde la razón, la verdad y la educación.

Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo [Grave y burdo ¿Dónde habré visto esto antes?] que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado [ver "total ausencia"] de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también. [Hasta aquí hemos llegado. Esperaba leer en esta redacción (¡texto libre!) el nombre de Ayuso, pero no, veo que no aparece. Están el Sr. Feijóo, el Sr. Abascal, la jodida galaxia nazi... Pero Ayuso no. Usted sabe por qué, claro, porque ya se ha encargado de aclararnos que no es ingenuo. Ayuso aquí no pinta nada porque durante los últimos cuatro años, cada jueves entre las 10 y las 10.20, la vienen llamando asesina, enterradora, corrupta. Primero fue su padre, luego su hermano, ahora su novio. Para qué invocar a De Quincey: "Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente". Jueves sí y jueves también.].

Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo [Lo tiene al poder; a usted el cargo se la suda]. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público. Yo no paso por los cargos, hago valer la legitimidad de esas altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al país que quiero. [Dime, Huerta, ¿cómo crees que seré recordado.]

Todo ello me lleva a decirle que seguiré trabajando, pero que cancelaré mi agenda pública unos días para poder reflexionar y decidir qué camino tomar. El próximo lunes, 29 de abril, compareceré ante los medios de comunicación y daré a conocer mi decisión.

Gracias por su tiempo. Atentamente, 

The Objective, 28 de abril de 2024

domingo, 24 de marzo de 2024

La derecha reemplazada

También la izquierda alienta una teoría del reemplazo, si bien en su caso no tiene que ver con la inmigración, sino con la supuesta inexistencia de un adversario homologable. El izquierdista promedio dice anhelar, en aras de su peculiar concepción de la salubridad pública, el advenimiento de una derecha ilustrada, civilizada, moderna… Cuántas veces no lo habremos oído: «El problema no es la derecha, sino esta derecha», afirmación en la que el demostrativo, con su retintín, se empleó hasta bien entrados los noventa para denotar el presunto carácter franquista o posfranquista del magma «derecha»; o lo que es lo mismo: su ineluctable naturaleza ilegítima. Al decir del progresismo, nuestro mercado electoral carecía de una oferta de corte liberal–conservador de raigambre democrática, europea, pues su espacio natural lo venían ocupando, con algún que otro apaño cosmético, los herederos del régimen. He ahí el primer reemplazo; el escamoteo fundacional, por así decirlo, el señalamiento de una tara de origen que, ni qué decir tiene, jamás lastró a los cargos de CiU, PNV o PSOE, hombres nuevos a la manera guevariana e incluso bíblica.

La refundación emprendida por Fraga en el 89, que cristaliza en lo que da en llamarse «giro al centro», y el triunfo de Aznar en el 96, quiebran la tentativa de seguir asimilando la derecha a los rescoldos de una dictadura que empezaba a desdibujarse, a sumirse en la bruma de la historia. Se impone, así, la necesidad de actualizar el repudio, de endilgar al PP la clase de fraseología que se reserva a los apestados. Son los días en que la prensa socialdemócrata ceba su información parlamentaria con el titular «el PP se queda solo» en tal o cual votación. Una soledad del tipo «el continente aislado» que en 2000 se ve arropada por más de 10 millones de votos, y que se agudiza, en 2011, cuando Rajoy se queda a las puertas de los 11 millones. Para entonces, Zapatero, en su afán de perpetuar el estigma, había resucitado ya la guerra civil y puesto en circulación el quiasmo «derecha extrema».

Sobreviene el segundo reemplazo. Si en los ochenta, el PSOE tildaba a la derecha de anómala, de antinormativa, ahora manifiesta sin rebozo la añoranza (son palabras de ZP) de «aquella derecha democrática que tuvo un destacado papel en la Transición, contribuyó a la llegada de las libertades y se plantó con firmeza frente al golpismo». Al hilo del sectarismo zapaterista, una de las contrafiguras de que se valió el articulismo progre para apuntalar la condición irredimible del PP fue Alberto Ruiz Gallardón, mirlo blanco de quienes jamás le habrían votado, pero se veían fisiológicamente impelidos a corregir el rumbo del oponente.

Cómo no evocar los llamamientos al orden de la gente de bien. Éste de Benjamín Prado de febrero de 2008, por ejemplo, que tan bien resume el espíritu de la época: «¿Y si hubiera sido Gallardón el que debatiese con Zapatero? ¿Qué habría hecho el alcalde de Madrid si tuviera en propiedad la silla de Rajoy, en lugar de ser Rajoy el que tiene prestada la de Aznar? ¿Habría insultado? ¿Habría sacado en procesión a las víctimas del terrorismo? ¿Habría dejado en el aire alguna de sus afirmaciones el aborrecible aroma de la xenofobia? ¿Habría demostrado que para él, como para los dos protagonistas de la noche, un debate es la suma de dos monólogos. Quién sabe, pero seguro que a muchas personas, y entre ellas a numerosos votantes del Partido Popular, se les habrá ocurrido preguntárselo […]. ¿Cómo serían estas elecciones con Gallardón en el papel de la gran esperanza azul de los conservadores? ¿Regresaría el PP a la derecha desde la extrema derecha?».

Aquélla, ésa, esta derecha. En puridad, nunca hubo una que no fuera aproximadamente ultra, aproximadamente forajida o aproximadamente montaraz. Digámoslo ya: el muro lo levantaron en tiempo inmemorial quienes hoy presumen de estadistas sin tacha: a Sánchez, eso sí, le cabe el mérito de haberlo robustecido y haberlo rematado en su cresta con un rimero de vidrios.

The Objective, 24 de marzo de 2024

domingo, 11 de febrero de 2024

Esta atención desmedida

La degradación de El País se convierte cada tanto en objeto de una controversia en que se entremezclan el lamento, la melancolía, la nostalgia… Añádase, por mi parte, el hastío. Sí, yo también afiné mi paladar con los artículos de aquel El País en que despuntaban Santiago Segurola, Javier Marías, José Miguel Larraya, Jacinto Antón, Ramón de España, Arcadi Espada, Enric González, Mario Vargas Llosa, Hermann Tertsch, Jon Juaristi o Joaquín Vidal. He nombrado a once porque aquellos atracones de lectura se alojan en el mismo pliegue de la memoria que preserva el vínculo inmarcesible entre infancia, fútbol y mixtificación.

Toda educación sentimental lleva adherida una fatal contraindicación, cual es la obligatoriedad de no encararse nuevamente con aquellos lugares que seguimos teniendo, sin duda exageradamente, por una fuente inagotable de gozo. Félix Grande lo dijo mejor: «Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos, levantando / su muro fronterizo / contra el que la ilusión chocará estupefacta». Con todo, algunas de las piezas que conservo recortadas y encuadernadas y a las que, desafiando el mandato del poeta, regreso de manera recurrente, me siguen pareciendo deslumbrantes. Sirva esta piedra preciosa de La ciudad que fue, de Federico Jiménez Losantos, y en la que refulge el estremecimiento que en él es habitual cuando apresa una época, para evocar el fervor al que me refiero: «Cada día calienta más el sol de aquella mañana». He recitado una alineación y puedo rememorar, sin necesidad de consultar la hemeroteca, decenas de obras, si bien en ello influye ese trastorno, hipertimesia lo llaman, que me lleva a recordar hasta el más ínfimo detalle de lances antiquísimos. Induráin pierde la máscara, Donde Lázaro, Incertidumbre de un profesor de bachillerato, Los tiburones que mi madre me enseñó, Nace una leyenda gitana, Cristo salió del bar Kiki, Sampaio es el síntoma, El Madrid es un avión, Los crímenes de la calle Mandri…

Me resisto, en suma, a tirar al niño con el agua sucia, a impugnar a la brava al que fuera el gran periódico de referencia en España, por mucho que haga lustros que me enerve. Lustros, digo bien. Quienes asimilan la deriva sectaria y liberticida de El País a la hegemonía del sanchismo pasan por alto casos como el de la censura al crítico Ignacio Echevarría a propósito de la novela de Bernardo Atxaga, el Fernando Savater es miembro de Basta Ya, el chantaje del malo de los Vidal-Folch a Espada («aquí tendrás futuro si dejas el blog y Cs»), la criminalización sistemática del PP, acompañada de la prescripción de marginarlo («El PP se queda solo…»), el intento de sepultar a Cs, en 2006, bajo la etiqueta de ultraderechista. Aquí siempre se ha jugado. Por cierto, ni uno solo de los que hoy se caen del guindo con estrépito, de quienes abjuran de este El País (a la manera de ese izquierdismo que lleva una vida estigmatizando no a la derecha, sino a esta derecha) se rebelaron contra esas prácticas. Y, por decirlo todo, el vedetismo de la cancelación empieza a resultarme estomagante.

Tanto como las decenas de artículos que se han dedicado los últimos días a un diario cuya gran diferencia respecto a lo que fue es que en lugar de influir en el Gobierno se somete a él. No es la única: el antiguo BOE (como lo llamaban, ay, las derechas) es hoy una hoja parroquial infestada de mamarrachos con ínfulas, monologuistas interseccionales y comisarias del 37, donde aquello de «la mejor literatura se escribe en los periódicos», aquí yace. De ahí que, cada vez que desde otras tribunas, nos afanamos en señalar a gentecilla como Idafe Martín o Íñigo Domínguez, no estamos sino perpetuando la falacia, más romanticona que romántica, de que El País sigue siendo la medida de todas las cosas.

The Objective, 11 de febrero de 2024

lunes, 22 de enero de 2024

Hombría sin brújula

¿Es usted hombre? Sepa que tiene más números que una mujer de abandonar los estudios, convertirse en adicto, ingresar en prisión, morir prematuramente… Incluso de que su vida se resuma en esa misma sucesión de estaciones. Por si fuera poco, en los últimos tiempos, y de resultas de procesos como la automatización y la globalización, así como de la hegemonía del discurso feminista y la redefinición de los vínculos familiares, el hecho de ser hombre no sólo conlleva desventajas concretísimas; también una cierta mortificación existencial, un desasosiego que no es ajeno a la popularización de expresiones como «masculinidad tóxica», en las que anida la idea de que hay algo intrínsecamente nocivo en los cromosomas XY.

Véase, por remitirnos a un episodio reciente, la tasa de mortalidad por covid, mayor en hombres que en mujeres (el doble, en algunos rangos de edad). Los medios de comunicación y las instituciones sanitarias despacharon el dato sin inmutarse, y ello en el mejor de los casos. En el peor, lo atribuyeron a factores típicamente masculinos, como la inclinación al alcohol o la predisposición a las conductas de riesgo (por la inobservancia en el uso de mascarillas).

El ejemplo pertenece a Hombres, el exitoso ensayo del economista británico Richard V. Reeves, experto en políticas de familia y de movilidad social, y su corolario no escatima crudeza: «Si los hombres morían en pandemia, era por su culpa, lo cual es falso». Ciertamente, había causas biológicas; vinculadas, por ser más precisos, al sistema inmunológico. No es que la propensión al alcoholismo y la temeridad no tengan una raíz biológica; de hecho, Reeves considera que el desdén por la nature y la postración ante la culture, que tan a gala lleva la izquierda, explica gran parte de los atolladeros en que se hallan los hombres. Lo que estima inaceptable es que una circunstancia tan azarosa como el sexo deba conllevar una penitencia.

Si bien en Hombres el progresismo woke sale especialmente maltrecho «por descuidar totalmente las cuestiones masculinas», no faltan los señalamientos al populismo de corte ultraconservador, al que el autor achaca el error de «creer que la única forma de ayudar a los hombres es restaurando los roles y las relaciones de género tradicionales».

Mas Reeves no se limita a describir el rosario de inequidades que está en el origen de la llamada «crisis de la masculinidad», y del que dan cuenta y razón cientos de estudios. En consonancia con su trayectoria como activista cívico y servidor público (fue asesor de cabecera de Nick Clegg cuando éste ocupó la vicepresidencia en el Gobierno de David Cameron), aventura soluciones. Y este tal vez sea el aspecto más elocuente de lo que cabría denominar, sin temor a exagerar, Informe Reeves: su valor propositivo, su contribución al diseño de políticas fundamentadas en la evidencia científica.

Así, en el capítulo dedicado al hándicap académico de los chicos, plantea que éstos se incorporen a la escuela un año más tarde para que no se vean lastrados por su menor grado de madurez. Es lo que se conoce como redshirting, medida que en Estados Unidos tiene una creciente aceptación en familias de clase alta (para las de clase media y baja suele ser inasumible por imperativos laborales), y que acostumbra traducirse en una reducción drástica de los casos de hiperactividad y de déficit de atención durante la primera etapa, y en un mayor nivel de «satisfacción vital, una menor probabilidad de repetir curso en el futuro y mejores resultados en los exámenes».

Reeves recomienda asimismo primar el acceso de los varones a profesiones HEAL (Sanidad, Educación, Administración y Lectoescritura) del mismo modo que se prima el acceso de las mujeres a profesiones STEM. Y no sólo para paliar la escasez de mano de obra de que adolece el ámbito de los cuidados, con el consiguiente riesgo de colapso sistémico que la pandemia puso de relieve. No en vano, y por lo que toca a la educación, la identificación del alumno con un docente de su mismo sexo tiende a fortalecer la confianza y acrecentar la implicación, y otro tanto ocurre en la relación médico-paciente. Lo que viene a decir el autor, en suma, es que si hay cuotas femeninas en los consejos de administración, también debería haber cuotas masculinas en un jardín de infancia. Los datos, una vez más, blindan su exhortación, que en este punto es taxativa: «La educación infantil [en Estados Unidos] está al borde de convertirse en un entorno exclusivamente femenino. Debería ser motivo de vergüenza nacional que sólo el 3% de los profesores de preescolar sean hombres, que en este momento haya el doble de mujeres pilotando aviones militares que de hombres enseñando en párvulos (ateniéndonos a los porcentajes de cada profesión)». Reeves abrocha su batería de sugerencias con la necesidad de acometer una mayor inversión en FP para, de ese modo, abrir el abanico de rutas hacia el éxito y dejar atrás la «estructura única de oportunidades» que acarrea «la obsesión por la universidad».

Hombres, en definitiva, apela a los gobernantes para que vuelvan la vista a la otra mitad, que nunca como en nuestros días había sido considerada, políticamente hablando, un resto. El fragmento que sigue bien podría condensar dicho llamamiento: «Cerrar las brechas en las que las niñas y las mujeres están rezagadas sigue siendo un objetivo importante. Sin embargo, dados los enormes progresos realizados por las mujeres en las últimas décadas y los importantes retos a los que se enfrentan actualmente muchos niños y hombres, no tiene sentido tratar la desigualdad de género como un fenómeno unidireccional».

Despedidos. «La idea de ciertos círculos políticos de que las ganancias del libre comercio se redistribuirían entre los perdedores resultó ser falsa en la mayoría de los casos. Básicamente, se dejó de lado a las víctimas, se les dijo que pusieran en práctica sus ideas, que se comprometieran con el ‘aprendizaje permanente’. Hasta 2017, por cada dólar que el Gobierno estadounidense gastaba en el programa federal de Asistencia para el Ajuste Comercial de los Trabajadores, se gastaban 25 dólares en subvenciones fiscales a las donaciones de las universidades de élite. En la reacción popular, la élite tecnócrata cosechó lo que había sembrado».

Desastrados. «La perspectiva de formar una familia es un importante incentivo para el suministro de mano de obra masculina. Los hombres que no son proveedores, o que no son percibidos como tales, trabajan menos. Hoy, las mujeres económicamente independientes pueden prosperar tanto si están casadas como si no. En cambio, los hombres sin cónyuge suelen ser un desastre. En comparación con los hombre casados, su salud es peor, sus índices de empleo son más bajos y sus redes sociales más endebles».

Narcotizados. «Los hombres representan casi el 70% de las muertes por sobredosis de opiáceos en Estados Unidos. Casi la mitad de los hombres en edad productiva que estaban fuera de la fuerza laboral en 2016 dijeron haber tomado analgésicos el día anterior, en su mayoría con receta. El aumento de las prescripciones de opioides podría explicar casi la mitad de la caída del desempleo masculino en el mismo periodo. Barómetro y causa. Los opiáceos no son drogas como el MDMA, de inspiración o rebelión, lúdicas, son de aislamiento y retiro. Una de las razones por las que tantas personas mueren por sobredosis de opiáceos es que sus consumidores suelen estar solos».

Suicidas. «Los hombres son más propensos al suicidio que las mujeres, un patrón mundial que viene de lejos, aunque la brecha de género es mayor en las economías más avanzadas, donde los hombres presentan aproximadamente tres veces más probabilidades que las mujeres de quitarse la vida. El suicidio es aproximadamente la principal causa de muerte entre los hombres británicos menores de 45 años».

Rechazados. «Con el aumento del poder adquisitivo de las mujeres, los hombres tienen que superar un listón más alto para convertirse en maridos, pues son percibidos como una boca más que alimentar. Las mujeres son más proclives a buscarse la vida solas que a asociarse con un hombre que se encuentre en una posición económica débil» 

The Objective, 22 de enero de 2024.

viernes, 12 de enero de 2024

Manuel Valls: "No creo en el hombre perfecto, si no tampoco creería en la democracia"

Manuel Valls (Barcelona, 1962) ha reunido en El valor guiaba sus pasos (Funambulista) a 14 personajes cuyo coraje, amén de su virtud moral, deviene en condición de eficacia para cambiar el rumbo de la historia. Charb (Charlie Hebdo), Willy Brandt, Adolfo Suárez, Carlos V, Churchill, Camus y Zelenski son algunos de los protagonistas de esta personalísima galería de semblanzas, por lo común vinculadas, a modo de pie-de-foto, a acontecimientos que estremecieron al mundo, y en las que no es difícil advertir una exhortación a defender la civilización europea. El autor sabe de lo que habla. Como ministro del Interior francés, combatió en primera línea el terrorismo etarra con una determinación inédita. Posteriormente, en su peripecia política española, le cantó las cuarenta a la morigerada burguesía catalana e impidió que Barcelona cayera en manos del nacionalismo, lo que cristalizó en una instantánea que bien podría incorporarse al hall-of-fame de la bravura: la de la negativa a estrechar la mano de Quim Torra en el transcurso de la recepción en la Generalitat de los nuevos ediles, en 2019. El prólogo de Cayetana Álvarez de Toledo, un canto al encuentro de los distintos en el fragor de la lucha por la libertad, con la límpida sintaxis que la diputada del PP ha convertido en rasgo temperamental, le lleva a rebelarse contra el etiquetaje de trazo grueso, pleonasmo: "Ya ve, a ella la encasillan en la derecha ultra y a mí en la izquierda derechista". Valls me atiende al teléfono en el día de la Constitución.

En El valor... se refiere en tono elogioso a Anatomía de un instante, de Javier Cercas, un ensayo novelado que explica los inicios de la democracia en España a partir de las imágenes del 23-F. También usted se sirve de frames icónicos, de escenas de una profunda carga dramática como punto de partida de cada uno de sus episodios: el primer acto del proceso de abdicación de Carlos V, las lágrimas de Clemenceau ante los mutilados en la firma del Tratado de Versalles, la genuflexión de Willy Brandt ante el monumento conmemorativo al levantamiento del Gueto de Varsovia...

Javier es un gran escritor; me atrae su reflexión sobre la memoria y en particular la que lleva a cabo en Anatomía de un instante, un libro de una gran originalidad. En El valor... también yo he partido del instante, sí... De los instantes... Tal vez se deba a que pertenezco a una generación de europeos (la misma que Javier) que ha vivido en un mundo de paz y democracia, que no ha conocido momentos que cambien el paso de la historia (¡por suerte, a veces!). De ahí probablemente que sin que me lo proponga, tienda a buscar esos momentos, y por supuesto el 23-F es uno de ellos. Ahí están Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, que soportan erguidos las ráfagas de los golpistas, los dos primeros en sus escaños y el tercero encarándolos. Ese día se convierten en leyenda.

Uno de esos instantes tiene como escenario la redacción de Charlie Hebdo, a la que usted, siendo primer ministro de Francia, accede horas después del atentado islamista, cuando los cadáveres aún no han sido retirados.

En ese momento entiendo que estamos ante una de esas rupturas que cambian el mundo, como lo fue el atentado del 11-S, que todos vimos pegados a la pantalla. Aquí me interesa la parte humana. Cuando entro a la redacción de Charlie, lo hago porque los conozco personalmente a casi todos. Y lo que no quiero es que el atentado se tramite como una noticia más, que muera con el día, o acabe alojada en un plano de irrealidad, como en una especie de metaverso... Así que acudo a la escena del crimen. Es una ceremonia de despedida.

Me ha llamado la atención que considere el atentado contra Charlie "el acontecimiento más importante ocurrido en Europa a principios del siglo XXI". Creo que es la primera persona a la que le leo esa afirmación, o cuando menos la primera que conozco que lo expresa de una forma tan rotunda.

Ha habido otros atentados en Europa de una gran trascendencia: los que sacudieron París el 13 de noviembre de 2015, por ejemplo. Y, por supuesto, los del 11-M en Madrid y el 7-J en Londres. En todos ellos hubo más muertos, pero la importancia de Charlie no tiene que ver con el número de víctimas, sino con el hecho de que es un atentado enteramente político. Y con esto no quiero decir que los otros atentados no lo sean. Pero el ataque a Charlie Hebdo, que es la expresión del periodismo, de la libertad, de un sentido de lo francés que entronca con Voltaire, con Rabelais... tiene un componente político tan simbólico que la repercusión es de una potencia increíble, y provoca una oleada de solidaridad única, mucho mayor que la que después tiene lugar con los atentados de noviembre de ese mismo año o el de Niza, un año después. En París, que tiene esa vocación universal, ese valor de capital que representa el mundo, hay una manifestación a la que acuden un millón de personas y medio centenar de dirigentes mundiales, y eso denota que hay un cambio de paradigma. Lo que da comienzo es la época en la que todavía estamos inmersos, la de la guerra contra el yihadismo, con la particularidad de que es un yihadismo que no viene de fuera, porque los terroristas son europeos.

Otro de los autores con los que hay un cierto paralelismo es Stefan Zweig. En cierto modo, su ensayo también es un mosaico de miniaturas históricas, de 'momentos estelares de la humanidad'. Incluso su estilo recuerda en algo al de Zweig; esa prosa ágil, vibrante, impetuosa.

¡Suerte que estoy sentado, porque eso de compararme con Zweig! No, a ver, a mí me apasiona la historia y, ciertamente, me atraen los 'momentos'. Yo no soy de cultura marxista, nunca lo he sido...

Lo deja claro en el capítulo que dedica a Ósip Mandelshtam y a su mujer, Nadezhda.

Así es. Yo vengo de la izquierda republicana y mis héroes son Clemenceau y Camus, por citar dos. La economía, el clima, la geografía y la cultura de cada pueblo son importantes, por supuesto... Pero concedo mucho valor a los seres humanos, a los individuos; detrás de todo gran acontecimiento siempre hay un hombre o una mujer. Y sí, es verdad que eso está en Zweig. Que un hombre, por su calidad intelectual, o su valor, pueda provocar cambios de tanto calado, me parece inspirador. En las biografías de Zweig, además, se advierte el reflejo de la época en que vive: salvando las distancias, Castellio es él, del mismo modo que Calvino es Hitler; y respecto a Erasmo y Lutero podríamos decir otro tanto.

¿Y usted se considera un reflejo de alguno de sus valerosos?

No, no... Me pueden haber inspirado, pero no me comparo con ellos, ni mucho menos. En el caso de Zweig, además, él se siente una víctima de la historia, y eso le lleva a ensalzar a los que, como él, también lo fueron. Lo que sí comparto es su pesimismo histórico.

No me lo ha parecido. Su libro es más bien una invitación a la acción, al compromiso.

Sí, en parte era el propósito. Lo que quiero decir es que estamos viendo renacer la lucha de la democracia contra el totalitarismo, y eso es algo con lo que no contábamos. Ucrania, Israel... Pero sí, hablar de personajes que son capaces de dar un vuelco a la historia no deja de ser una demostración de optimismo. Y en ese punto, el valor, la ética, el coraje... son decisivos.

Hablemos del valor, el gran tema del libro, el atributo que tienen en común sus personajes. A Louise Michel y Georges Clemenceau les une un vínculo de amistad irrompible pese a que profesan ideas diferentes, porque ambos se reconocen en el valor. En ese sentido, hay en todos los personajes un corte de carácter, algo profundamente temperamental. La majestad de Carlos V, por ejemplo, no dista en exceso de la de Zelenski. Uno entrega el timón del mundo y el otro se pone a la vanguardia moral de Occidente, pero los hermana la dignidad, el sobrecogimiento.

Con una diferencia: que la historia de Zelenski no sabemos cómo acaba. Pero lo que es indudable, como digo en el libro, es que la invasión rusa cambia al personaje, lo transfigura. Del mismo modo que Hitler transforma a Churchill, que sin la guerra habría sido un político brillante pero marginal, y acaba encarnando el mundo libre frente al nazismo.

Hay un hilo conductor.

Es Europa, el hilo conductor. A Carlos V y a Zelenski, con todas las salvedades, les une Europa. Me he inspirado mucho en los dos textos de Kundera publicados hace sólo un año: Un Occidente secuestrado. La tragedia de Europa central. Aquí se ve perfectamente que de Ucrania a España, pasando por Checoslovaquia, Polonia, Hungría y por supuesto Alemania y Francia, hay una cultura común: el cristianismo, el judaísmo, la Ilustración, la Revolución francesa, la democracia liberal. En Viena, en Praga, en Madrid o en París, nos sentamos a hablar y nos sentimos europeos a pesar de todas nuestras diferencias. Y este conjunto de valores, esta civilización, es algo que también he querido defender a través del valor, y a través de Camus, Zweig o Mandelshtam, intelectuales imprescindibles para entender lo que somos.

No oculta los defectos de ninguno de ellos. De Carlos V, por ejemplo, señala que no hace lo suficiente para contrarrestar el antijudaísmo, y al Zelenski anterior a la guerra lo retrata como un individuo mediocre, con una trastienda oscura.

¡Claro, son hombres! No creo en el hombre perfecto, si no tampoco creería en la democracia. Y sí, me interesa esa parte no sé si oscura, pero sí de fragilidad. He de decir que en la fascinación por el personaje de Carlos V influye su retiro a Yuste; sin Yuste, tal vez habría sido diferente. Me gusta el azar en la historia. Carlos V no es ajeno a las circunstancias de una dinastía que se está rompiendo, y él llega en el momento en que se está descubriendo el Nuevo Mundo... Francamente, no entiendo que en España no se hable más de este personaje. Un personaje que, sin ser de cultura española, termina siendo tan español, con ese final de Yuste, tan absolutamente barroco.

El libro presenta retazos de su propia biografía. En el capítulo dedicado a Camus, por ejemplo, cuenta que la abolición de la pena de muerte fue la primera causa en la que militó.

Me influyó mucho la literatura. También El último día de un condenado a muerte de Victor Hugo, por ejemplo. Y Clemenceau, que fue otro gran abolicionista. Y Koestler, al que no cito mucho, pero es para mí un personaje importantísimo, como lo es George Orwell, o el mismo Willy Brandt. Y también podría haber hablado de Nikos Kazantzakis, de su relación con la guerra de España. Pero Koestler, insisto, con El cero y el infinito o Testamento español, es capital. Él y Camus son mis dos grandes referencias en este sentido. Y es verdad que cuando tengo 16 o 17 años, se producen en Francia grandes juicios en los que está sobre la mesa la pena de muerte, y en los que es protagonista el gran abogado Robert Badinter, que será el ministro de Justicia que acabará con las ejecuciones. Para mí es un combate no sólo justo, sino también concreto, que me aleja de las grandes ideologías, de las ideologías globalizantes que no llegan a nada y además pueden ser tan peligrosas, como demuestra el totalitarismo comunista. El humanismo, en cambio, libra combates concretos por utopías concretas, que no están fuera de la realidad.

De Churchill y De Gaulle dice que "quieren evitar que el pueblo se haga ilusiones. [...] Apelan a su corazón, pero también a su razón. No buscan halagarlo". Todo un precepto antipopulista.

En general no me gusta decir que el mundo era mejor antes, pero claro, ante personajes como Churchill y De Gaulle... Churchill además fue Premio Nobel; pero no de la Paz, no... ¡De literatura! Y qué decir de De Gaulle; sus memorias son uno de mis libros de cabecera. Dos personajes tan semejantes y a la vez tan distintos; uno, absolutamente inglés, el otro absolutamente francés, pero en ambos encontramos la búsqueda (y el hallazgo) de la palabra justa en cada uno de sus discursos, de sus artículos, de sus libros. Hay una exigencia de verdad en todo lo que dicen y escriben, ¡y eso no los hace menos políticos, al contrario! De Gaulle es la estatua del commandeur, y Churchill tiene una dimensión más humana, con ese físico, sus puros, su whisky, su ironía...

Otro de los rasgos comunes a todos sus personajes es la soledad.

Así es, el liderazgo, porque hablamos de líderes, también implica esa soledad.

Tengo la impresión de que estamos ante el embrión de lo que podrían ser unas interesantísimas memorias.

Llegarán, llegarán, pero me gustaría incluir los capítulos de mi vida política que estén por venir.

La Lectura, 12 de enero de 2024

domingo, 31 de diciembre de 2023

Menú corto

Un libro. V13, de Emmanuel Carrère. Carrère en el juicio a los catorce acusados de los atentados yihadistas que el 13 de noviembre de 2015 masacraron en París a 130 personas e hirieron a otras 400. La respetuosa, casi temerosa, aproximación a las víctimas; el cauteloso escrutinio de los inculpados; el peso de las palabras; los dictámenes críticos respecto a la labor de los letrados; la implacable, inexorable jerarquización de los relatos de los testigos, susceptibles, como cualquier historia, de resultar más o menos sugestivos; el hastío que, con el pasar de los días (un hastío parecido al del juicio del 1-0), terminan por suscitar los hechos, o tal vez su regurgitación. Un cronista disuelto en el proceso, con sus prejuicios a la intemperie, convirtiendo el avance del Estado de derecho en una superproducción.


Una antológica. Cossos, ciutats, interiors, de Oscar Tusquets, en Volart. Figurativismo sin pamplinas al servicio de escenas dramáticas, exquisitamente vulgares, de diumenge al vespre i dilluns al matí. Escenas, sí; en ellas se presume el rastro de una vida exuberante, una envidiable peripecia en la que parecen haber primado la búsqueda de la belleza y aun su hallazgo inopinado. Y acaso la convicción de que es posible recrearla a partir de una fregona, una meada, un cáncer o el calmo anhelo de vicio con que el pintor electriza a sus amantes; las que lo han sido y las que sólo lo parecen (lo que es un mérito artístico de primer orden). La tensión -sólo aparente- entre Barcelona y Benidorm. Y las antenas de televisión de los tejados de Gracia, ese trazo luminoso. Com ho haurà fet, se preguntaba Laura.


Una serie. El último artefacto socialista, de Dalibor Matanić, basada en la novela de Robert Perišić No-Signal Area. Dos antihéroes de vislumbre quijotesca llegan desde Zagreb a Nuštin, un pueblo crepuscular de la antigua ex Yugoslavia, un borrón ceniciento donde sus habitantes deambulan como zombis, rumiando y escupiendo el recuerdo de los días en que la fábrica de turbinas era el latido del mundo. Nuestro dúo, Oleg y Nikola, pretenden reflotarla sin sospechar que con ella pondrán en marcha toda una operación de salvamento moral. Ese no man’s land esconde la promesa de un sueño y los sueños pertenecen a quienes los trabajan. Desde que tengo uso de razón quise ser reseñista.«Desde que tengo uso de razón quise ser reseñista»


Un podcast. Las Hijas de Felipe, de las sapientísimas repipis Ana Garriga y Carmen Urbita, en el que ambas conversan con primor (enhebrando oraciones de relativo de lo más sensual) sobre gossips conventuales del barroco. Me fascina cómo a partir de un detalle prosaico (y deliciosamente artificioso, pues se trata de una «charla» guionizada) evocan cuanto tiene de familiar el mundo de Felipe II. «¿Qué has comido hoy, Ana?», y, cual si fuera un conjuro, Teresa la Santa se hace carne.


Un artículo. «Variaciones sumamente técnicas de lo indistinguible», de Arcadi Espada. Arcadi en Ciudad Badía, extrarradio barcelonés. El motivo de la visita es una historia de inmigrantes que pisaron en falso, a la que pone voz el actor Rafa Sánchez. Contra Catalunya es un libro tan decisivo que sigue rindiendo capítulos. «A partir del texto de David Martínez, Rafa cuenta su vida desde el presente, que es como se puede y como se debe. El presente es un padre de 90 años, con la cabeza ya perdida, y una madre de algo menos, que ve y oye muy poco. Los dos llegaron a Cataluña desde Córdoba, se metieron primero en una chabola del Carmelo, luego estrenaron un pisito en Ciudad Badía y ahora van a morir en Benicarló, adonde se fueron ya viejecitos buscando el calor. En el auditorio, a rebosar, hay un ambiente muy cargado, porque todos han venido a verse a sí mismos. Está la madre, además. Al final, cuando Rafa empiece a saludar entre la apoteosis, la madre se levantará y hará como un intento imposible de subirse al escenario, simbolizando lo que aquí acaba de pasar: una confusión intensa y extraordinaria, realmente extraordinaria, entre el teatro y la vida. Por suerte, y como desde que se apagan las luces y suena Toda una vida en la voz de Machín ya se me saltan las lágrimas, la obra discurre toda llorada, con fluida placidez, sin el molesto arrebato del sollozo».


Una obra teatral. París 1940, de Josep Maria Flotats, a partir de las notas de Louis Jouvet sobre el oficio de actor, en el Teatro Español. Flotats venía afilando el montaje desde al menos 1989, año en que terminó por aparcarlo sine die ante la imposibilidad de alternarlo con Lorenzaccio y El misantrop, las dos obras que entonces tenía en cartel. El estreno, con el título de Tot assajant Dom Joan, llegaría en 1993, y la primera versión en castellano diez años después, al filo del Fórum de las Culturas. Hace unos meses, cumplidos los 83, la repuso en Madrid. Hechas las cuentas, Flotats lleva alrededor de 40 años despojando el texto de gorgoritos y petulancias. Y es probable que el adelgazamiento siga sin parecerle suficiente, que aún porfíe en la búsqueda de una inflexión novedosa.


Una película. Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese. Como es costumbre en Scorsese, las convenciones morales de la época se muestran sin paliativos, en toda su crudeza, como corresponde a una mirada necesariamente estupefacta ante el racismo sistémico, el nulo valor de la vida humana y, sobre todo, la anemia legal en la que prosperan los Liberty Valance del lugar, menos toscos que el original pero igual de bárbaros. Si en el clásico de Ford el villano se enseñorea de Shinbone hasta que le salen al paso un abogado, un periodista (nos solemos olvidar del periodista) y un pistolero con agallas, en Los asesinos… es un incipiente FBI quien encarna el advenimiento del Estado. La sucesión de crímenes llega a un paroxismo insoportable, y es natural que así sea. El cine nos había mostrado a los indios muriendo a puñados, blancos móviles que se quedaban prendidos de un estribo de la montura o rendían un último servicio al espectáculo derribando al caballo con ellos. Martin Scorsese, al particularizarlos, les da algo parecido a una digna sepultura.


The Objective, 31 de diciembre de 2023

viernes, 22 de diciembre de 2023

Como es tradición en estas fechas

AI, piquito, ASMR, hipogeo, X, soledad, threads, lawfare, amnistía, relator, Supernova, censura, kibutz, túnel, rehenes, contexto, antisemitismo, surdos[de-mierda], balotaje, carajo, muro, pashmina, swiftie, disminuido, superliga.